LA JUSTICIA DIVINA
El ser humano tiene unos valores y unas ideas con una dimensión universal. De esta forma, la amistad, el amor, la solidaridad o la justicia son comunes en todas las culturas, aunque cada tradición cultural aporta su propia visión y sus matices con respecto a cada uno de ellos.
El deseo de justicia surge de la necesidad de vivir en una sociedad en la que impere una cierta armonía, en la cual no haya situaciones de abuso y donde se imponga un equilibrio. Del anhelo de justicia nace la necesidad de crear leyes, por lo que el ser humano conforma códigos y normas legales que sirven para restablecer la justicia. Sin embargo, la justicia humana es por definición imperfecta, pues el hombre se equivoca en ocasiones al juzgar, actúa con prejuicios y su visión de lo justo o lo injusto depende de un contexto social y de las limitaciones de las propias leyes.
Las limitaciones de la justicia humana hacen que en el ámbito de todas las religiones exista una justicia superior, la justicia divina. Se trata de una creencia basada en la fe y consiste en la convicción de que un Dios, una entidad superior o el propio orden de la naturaleza impone de alguna manera la auténtica justicia, sin error posible y dando a cada uno lo que merece.
Para los cristianos, la justicia divina se hará efectiva en el Juicio Final o Juicio Universal, cuando cada hombre hará rendición de cuentas con Dios, de tal forma que Dios juzgará a cada uno según lo que haya hecho en su vida. La misma idea se mantiene en el Islam, pero en lugar del Juicio Final se utiliza la expresión Día de la Retribución.
Para los antiguos egipcios también existía una idea de justicia divina, pues creían en la reencarnación y en la próxima vida la deidad conocida como Maat sería la encargada de erradicar el mal e imponer el bien.
En la mayoría de religiones, la justicia divina se presenta como una fuerza que contrarresta las debilidades e insuficiencias de la justicia humana
